Despacio.Nunca es demasiado tarde, nunca un texto es demasiado largo, nunca hay demasiada prisa.
Encuentra el olor, el sabor, la imagen. Encuentra el mensaje.
Escribo mi película, tú lees mis líneas y ves la tuya.

Seguidores

domingo, 15 de diciembre de 2013

Haciendo café.

Demasiados detalles que estás pasando por alto merecen la pena, como cuando haces todo lo que tenías que hacer durante el día y te hace sentir bien eso de no tener nada por terminar. Cuando te dicen un espontáneo 'qué guapa estás hoy'. Cuando huele a palomitas o a café recién hecho. Cuando ríes o incluso lloras de la risa. Cuando algo te sale bien. Cuando, por fin, hoy te miras al espejo y te gusta lo que ves. Cuando te sientes alagada, admirada, tenida en cuenta, apreciada o querida. Cuando os sonreís mutuamente al hacer contacto visual. Cuando te compras ropa nueva, la estrenas y piensas que te sienta bien. Cuando el desánimo no te permite desplazarte a algún lugar, pero le vences y, finalmente allí, piensas que mereció la pena. Cuando viajas y conoces lugares nuevos. Cuando paseas, en compañía o a solas, y el ambiente es agradable. Cuando conoces personas nuevas que te impresionan y te aportan algo. Cuando te dicen que has despertado el interés de alguien. Cuando estás muerto de sed y bebes agua al llegar a casa. Cuando hace frío y se hace un chocolate espeso. Cuando en verano abres la nevera para beber agua fría, y en una cafetería con la calefacción puesta, te tomas un Cola-Cao en invierno. Cuando mantienes una conversación que merece la pena y te hace sentir que, simplemente, avanzas. Cuando el tiempo te permite dedicarte pausadamente a lo que te gusta. Cuando haces algo diferente. Cuando comes en un restaurante. Cuando recuerdas buenos momentos del pasado con alguien que está sentado a tu lado. Cuando ves fotos que reviven otras imágenes en tu cabeza. Cuando se pone el sol.

Supongo que es hora de tomarse este respiro. Mírate, es la vida la que te conduce a ti y no tú quien conduce tu vida. Has pasado por alto demasiadas situaciones que realmente tenían valor y estaban allí, esperando a que las miraras de otra forma.
Así que ríe y sonríe cuando la ocasión lo merezca (y no seas exigente en esto). Haz café y dedícate a lo que te haga sentir.
Creo que a mí me hace sentir esto y ya huele a cine a mi alrededor.
Es fácil mostrar una buena actitud, vas a tener problemas siempre, y siempre podrás hacerles frente de la mejor manera.
No pierdas el tiempo.Vive a cada respiración.
Empieza ahora.

domingo, 1 de diciembre de 2013

Volver no existe.

Solíamos perdernos por los pueblos que nuestros padres nos llevaban a conocer, las dos familias que ahora ya no se llaman y sólo se mandan la felicitación de rigor por Navidad. En el coche, papá conducía y tú venías con nosotros para poder escucharme. Cuando bajábamos, yo convertía el escenario en el que caminábamos en un lugar totalmente distinto. Sentíamos como si hubiésemos entrado dentro de lo que un libro esconde.
Provocábamos los acontecimientos o nos creíamos que todo realmente pasaba. Si había que ver una estrella fugaz, la veíamos. Si teníamos que hablar otro idioma, lo hablábamos y creíamos que nos comprendíamos. Todo era ridículamente posible.
Nos turnábamos, yo contaba una parte de mi historia inventando sobre la marcha, creaba intriga y añadía un "continuará". Tú alababas mi facilidad para inquietarte con palabras, me preguntabas algo y esperabas impaciente a que mi turno volviese, pero también aprovechabas el tuyo. Lo que me gustaba de nosotras era cómo no nos dejábamos influenciar. Ahora todo es diferente, si no eres el más destacado en algo parece que no merece la pena que abras la boca. Vivimos hundidos en un mar de críticas, atravesados por miradas juiciosas que no nos dejan respirar.
Echo de menos nuestras historias, ya no puedo improvisar de esa manera. Me siento obligada a pensar cada palabra. Me siento juzgada a cada momento y me limitan, no sé quiénes, pero lo hacen. Con la edad perfeccionas tu capacidad para expresarte, pero no te lo permiten. ¿A caso es superable la honestidad con la que un niño se expresa? Tú y yo podíamos decirlo todo y ahora ya no siento eso, ya no me siento así.
Noto que todo son problemas, cargas. Que siempre voy a tener algo de lo que preocuparme. Que ahora me obsesiona mi físico. Que Internet me está jodiendo la creatividad. Que las personas me hacen sentir demasiado y no me sienta bien.
Ya nada se parece a nosotras, a nuestro "nunca voy a maquillarme", "nunca voy a beber" como los actuales "no voy a dejar de quererte". Todo es tan frágil que ni si quiera sé por qué estoy perdiendo el tiempo con esto, si también se enterrará solo.
Y es que ya nadie me escucha como tú lo hacías. Ahora mis historias han cambiado mucho, sólo me como la cabeza y parece que quiero sentenciar la felicidad de todo el mundo. Parece que quiero bajar el ánimo por defecto en vez de inventar algo que pueda enganchar. Y lo siento, siento haber cambiado tanto porque si de alguna manera me sigues escuchando, si los recuerdos también te han atormentado como han hecho conmigo... Entonces quiero que sepas que yo también querría volver.
Quizá ya no sea tan espontánea como antes, pero sigo imaginando. Y no me imagino un futuro sin que todo vuelve a cambiar, a sorprendernos, volviéndonos a quejar de que un día todo fue diferente y éramos mucho más dóciles de lo que ahora somos.

sábado, 16 de noviembre de 2013

Sobre la marcha.

Me pregunto si es habitual esta sensación de querer dejarlo todo y no esforzarse nunca más en ningún asunto. No sé qué es lo que me ha pasado. Ya no soy lo que era.
Yo no quiero esto, pero elegí esto, y es que tampoco me quiero marchar. 
¿Qué te pasa? ¿Estás cansada? Es normal, los comienzos son duros...
Los finales también. Es demasiado difícil finalizar.
No sé qué ha sido de esa niña preocupada por sus estudios, de esa niña de al menos notables y fama de persona sumamente inteligente. ¿Qué me habéis hecho? ¿Qué me hice?
Me cuesta escribir. Tengo un bloqueo emocional que me hace no poder continuar esta frase como quisiera, no poder expresar lo que deseo expresar.
Me pregunto dónde quedó eso de aprobar sin estudiar, de estudiar y que fuese imposible suspender. Que me he pasado horas estudiando en esa habitación y el resultado no ha sido el que esperaba. Ahora se puede suspender habiendo estudiado y me sigue costando encajar la noticia.
No todo es blanco o negro. Tampoco soy una puta niña decepcionada por un suspenso. Soy la frustración de nuevo y vengo a joderte, a abrirte los ojos a la realidad que tú estás viviendo y yo estoy sufriendo, porque joder, me parece que no sois tan realistas. 
Me hizo pensar aquella frase que decía eso de que "deberían enseñarnos cómo pensar y no qué pensar". Y cuánta razón lleva. Siento que somos sometidos e inútiles soldaditos que esperan las órdenes para llevarlas a cabo mal y a rastras, porque nos mandan hacer un trabajo y nos dan de margen siete días, pero sólo aprovechamos el último. Y luego si ese día Internet no funciona te tiras de los pelos, pero que no te tiren de la lengua, porque si lo hacen descubrirán que llevas arrastrando discretamente la irresponsabilidad desde que eras pequeño, y ahora poco a poco está saliendo a la luz.
Quéjate, pero estás recibiendo lo que mereces, como los problemas de espalda que tendrás que comerte  por haberte sentado toda una vida en una silla verde como si fuese una hamaca. Esto es la vida y te estás enterado tarde, como de costumbre.
Y aquí estoy, castigándome a mí misma con estos pensamientos y dos archivos abiertos que me indican cómo hacer el análisis de un texto y su comentario crítico, algo que supuestamente se me da bien. Y estoy así, en blanco. Una vez más decepcionada porque perdí lo que fui, porque otros lo hacen mejor que yo, porque me molesta que otros lo hagan mejor que yo. La obsesiva rivalidad no llega a ninguna parte pero, ¿por qué tengo este cinco en lengua? ¿Dónde está mi sobresaliente?
No veo cuál es el propósito de una vida estudiantil que me arrastra y me ahoga como si fuese un perro incapaz de pasear con normalidad sin esos tirones que le dan con la correa. No estoy aprendiendo nada, sólo estoy sufriendo, sólo estoy llegando al límite de la ansiedad y dejando de disfrutar incluso los fines de semana. Sólo me estoy dando cuenta de que no doy la talla, de que no llego al nivel que me exigen, de que no hago las cosas bien una vez más.
Quiero dejar bachillerato, pero sé que no lo voy a hacer. "Los comienzos son duros".
Después de este calentamiento, me voy a hacer el comentario crítico. Y para mí, me reservo éste:
Sé que se me da bien perder el tiempo, pero se me da mejor aún, cuando queda poco, aprovecharlo al máximo.

sábado, 2 de noviembre de 2013

Cuando callamos.

Caminaba y allí estaba él, implacable, una vez que llega es difícil hacer que se vaya. Cuando se produce entre dos individuos siempre existe el miedo antes de decidirse a romperlo, pues no quieres que la otra persona sepa que has estado buscando algo de lo que hablar desesperadamente por lo mucho que estas situaciones te inquietan. Así van las cosas.
Cuando existe cierta confianza entre los que caminan, si él interrumpe normalmente se le deja introducirse de mutuo acuerdo. En estos casos no suele venir acompañado de felicidad. Se crea un punto y coma para respirar tranquilos y sumergirse cada uno en sus propios pensamientos personales y reflexionar. Te evades completamente.
En estas situaciones, cuando las palabras vuelven no requieren esfuerzo para salir, más bien son enviadas y recibidas con un extraño sabor a volver a ser el espectador de una despedida o reencuentro en un aeropuerto.
Está claro que puede sacar lo peor o lo mejor de nosotros, por ejemplo cuando disfrutamos de una puesta de sol, nos miramos a los ojos o nos besamos.
Pero de verdad, con una razón de peso.
(Supongo que el propio silencio es el que mejor se define a sí mismo).

domingo, 20 de octubre de 2013

Entradas y salidas.

No creo que lleguéis a quererme y a creerme tan fuerte como para que me sienta arropada y duela de vez en cuando, de esa forma tan bonita que en el fondo te hace sentir que merece la pena el dolor. Está claro que soy un puzzle de mil piezas y no han sabido completarme. Han vuelto a mezclarlas todas para meterlas en una caja y abandonarla en el trastero. Estoy sola, a oscuras y hace frío. Digamos que no me va demasiado bien.
Lo que quiero decir es que me he desmoronado de nuevo. Hay gente que posee una elegancia insultante cuando llora, y esta elegancia me ofende porque es de la que carezco; entonces el sufrimiento por el que tengo ganas de llorar se junta con el que me impide hacerlo, y esas son mis sustancias sustitutivas al clásico cigarrillo, ese que grita contaminación y adicción. Pues lo mismo.
Tengo que fingir ser fuerte porque todos aparentan serlo y no sé, quizá me pisen.
Hacía tiempo que no lloraba así. Estoy cansada de reprimir sentimientos, digamos que si fuesen papeles en una papelera me paso la vida pisándolos y aplastándolos para que quepan más y más hasta que llega un momento en el que pasa esto.
Y es que lloro porque no veo a nadie llorar.
Siento que todos tenemos conversaciones de lo más superficial, porque nadie quiere recordar que un tanto por ciento de su vida son sonrisas que todo el mundo ve y el otro porcentaje son lágrimas de las que nadie va a hablar.
Estoy cansada de "¿qué tal el instituto?" "Odio al profesor de lengua" "¿Cuánto queda?" "¿Estudiaste?" Cuenta atrás hacia el verano a todas horas, música, películas, fútbol y gustos que nunca coinciden como quisiéramos, de la misma forma que un par de huellas dactilares no van a coincidir.
Hablando todo el tiempo de otra gente, de boca de la envidia, transmitiendo el odio.
Yo quiero un "a veces siento que no puedo más", "esta vida no me llena", "no sé qué me pasa" o "me falta algo"... Quiero que alguien me hable de lo que realmente todos queremos hablar si no fuésemos a ser juzgados, de lo que de verdad estamos pensando cuando hablamos, de los pensamientos y sentimientos que no pasan por nuestra propia censura, en parte involuntaria.
Me gustaría pasar una temporada en tu cuerpo, en tu mente, en tu vida para arrepentirme después. Y tú en la mía. Saldríamos aterrorizados. Quizá estemos hechos para ocupar cada uno el lugar que ocupamos, y la depresión es el resultado de una mente encarcelada en un cuerpo y una vida que no le corresponde. No puedo saberlo.
Me gustaría hacer poesía, pero os dejo esto. Algunos tienen alma de poeta, pero en mi caso me conformo con no ser un alma encerrada en una vida que no es la mía.
Me conformo así; seguiré dejando que estas mejillas se rieguen una vez al mes...

domingo, 6 de octubre de 2013

Cuestión de actitud.

Entró en el baño y se pintó cuidadosamente los labios. Permaneció diez segundos atenta al espejo y luego se largó. Su pulso se aceleraba como si estuviese subiendo siete pisos de escaleras, pero la actividad física que realizaba era mínima. Siguiendo todo recto por esa acera en diez minutos llegará al centro.
Se saludaron, ella y el resto de las chicas. Eran cuatro. Cuatro pequeñas mujeres aparentemente sencillas, a las que ella observaba minuciosamente en busca de la mínima inseguridad, de la mínima similitud con ella. Sus inseguridades crecían a medida que no encontraba las suyas.
Tomaron un té frío, las que quisieron pedir. Pasaron allí un buen rato, pasearon por el centro, entraron en algunas tiendas y se sentaron a hablar en el lugar que por la noche se convertía en el núcleo principal del botellón adolescente.
No podía desconectar, su mente siempre estaba allí, manteniéndola cansada, agotándole las fuerzas. Hablaba sin problemas y fingía estar bien. Lo hacía bien, demasiado bien.
Intentaba distraerse pero nunca lo conseguía del todo. Le costaba moverse, esforzarse; aunque siempre lo conseguía, pese a ese miedo que la paralizaba.
Se tomaba cada salida como un reto: "Aguanta, sólo quedan dos horas."
"Ya ha pasado una hora."
"Pronto volverás a casa."
Eso se decía a sí misma.
En casa tampoco estaba bien, pero al menos podía dejar de fingir.
Le costaba vivir aunque sobrevivir fuese fácil.

---

Está claro que mi protagonista no se encuentra bien, como tantas otras personas. También está claro que estas situaciones nunca son eternas.
Sé que esas cuatro amigas llegarán incluso a sentir desprecio por ella, por su malhumor, por su rechazo, por su comportamiento. Debes saber que alguien así necesita tu ayuda, tu comprensión, tu fuerza, tus ánimos. No tu desprecio y tu rechazo. Reflexiona sobre las personas que tienes a tu alrededor. Un mal comportamiento siempre tiene trasfondo.
Sé que esta chica superará esto en un tiempo, que no serán ni días ni semanas, sino meses o incluso años. Incluso varias veces podrá creer que toda esa pesadilla ha desaparecido, pero volverá. Es una guerra con uno mismo bastante intensa, pero la mejoría la puedes notar día tras día. Puedes controlar la situación a base de práctica y sin obsesionarte.
La suerte de esta joven está en mis manos, y es tan importante como la tuya. Deja que el mundo te ayude y tú podrás ayudar al mundo. Céntrate en tus aficiones, en lo que realmente te guste. Ese es el verdadero combustible.
La suerte de esta joven depende de mí, pero no porque yo le haya dado vida en unos pocos renglones. Aunque en cierto modo es así, porque ella soy yo. No la he inventado, no la he creado: te estaba hablando de mí. Últimamente el mundo ha decidido regalarme una pausa y dejarme ejercer un poco como persona sana.
Lo admito, y es que sé que no he superado mi situación aún. Sé que, como ya he dicho antes, volveré a caerme en un tiempo. Pero quiero aprovechar esta bocanada de aire fresco. Sé que voy a salir de esto y sin medicamentos, sé que será así.
Ánimo a todo aquel que tenga un problema y se sienta obligado a ocultarlo por vivir en una sociedad todavía más enferma que cada uno de nosotros. Vas a poder con esto, volveremos a sentir esa euforia que a veces tanto se hace echar de menos.
Sigamos viviendo hasta morir.

sábado, 14 de septiembre de 2013

Putadas y patadas emocionales.

Sé que no estoy del todo cuerda. No ahora mismo, no todo el tiempo. Sé que disfruto con muy pocas cosas y demasiadas se convierten en mi propio infierno. Este infierno mío tiene más superficie en metros cuadrados que el planeta Tierra y mi paraíso es muy fácil de encontrar si no lo buscas. Ayer apareció por casualidad. Lo encontré cerca de las diez, cuando el sol se estaba poniendo y nos inundaba un resplandor hermoso y rojizo tras la ventana, pero a pesar de todo esa no era la razón de tanta efusividad.
Laura y yo estábamos planeando un viaje con toda la seguridad del mundo cuando las dos sabemos que no va a suceder. Inglaterra, siempre siento que eres tú la que vas a volver. Que sea como sea, pisaré la zona de Castle Meadow y el músico callejero situado delante del Primark, en la calle de nuestro Starbucks, a segundos de nuestro Forum, volverá a tocar alguna pieza en español sólo para nosotras y depositaremos en la funda de su guitarra todos los peniques que seamos capaces de recaudar.

Vivíamos en el pico más alto si la felicidad fuese una montaña. Y me temo que sí lo es: una montaña que hay que escalar. Ahora Laura y yo estamos intentando trepar pero nos caemos todo el tiempo, cada vez nos cuesta más subir. Me obsesiona la idea de conseguirlo, tanto que pierdo el Norte y a veces se me olvida que lo que realmente quiero hacer es volver a ver a esos británicos de aquel instituto que tanto se desvivieron por nosotros, volver a desayunar y cenar en casa de mi señora P. Lake y ver Coronation Street con ella como quien ve Amar en tiempos revueltos.

Estoy cansada de esperar, de tardar, de depender y de actuar con tanto esfuerzo sin ningún beneficio claro. Aunque aquí el beneficio claro es esta esperanza, y saber que lo hemos intentado hasta agotar todas las posibilidades. Será horrible pensar una y otra vez en un futuro muy cercano qué hubiera pasado con Norwich si hubiésemos vuelto. No me quiero quedar con las ganas. 
Sé que si no vamos este año todo se irá a la mierda. Las amistades hay que cuidarlas, regarlas como a las plantas y las nuestras ya están pochas y secas, pero aún no se han muerto. Desde la distancia hemos hecho lo que hemos podido.
No sé si a ella le sucedía lo mismo, pero yo me sentí viva recaudando información, planeando nuestra escapada. Sentí una vez más mi renacimiento mientras nos intentábamos acercar un poco y un poco más al recuerdo y a la posibilidad. Fue bonito y duró lo correspondiente a todo lo que lo es.

Volveré a perderme por esa ciudad. Soñar es fácil, bueno y gratis.
Está siendo difícil hacerlo realidad.

domingo, 25 de agosto de 2013

Im Wäscherei.

Otro día más, me cambio con la esperanza de que mi compañera no advierta la presencia de mis piernas sin depilar cuando me estoy poniendo el pantalón del uniforme. Está bien esto de que nos den qué vestir, la ropa da mucho de sí entre el aburrimiento de estar doblando otra ropa, quiero decir, si no existiesen estos uniformes yo estaría pensando en cómo siento que mi escote asume elegancia y el de otra puede gritar simplemente 'puta', y las ganas que tiene de que (se) la(s) mires. Por supuesto que no tengo razón, qué fastidio.
Hablando de fastidiarse: ¿para qué estudio alemán? Está bien, me gusta, pero me pregunto por qué si saben que soy extranjera me hablan en su maldito dialecto. Si yo hiciese lo mismo... Tengo a mi compañera riñéndome por hacer no-sé-que-cosa mal. Me está explicando como hacerlo y se desquicia porque no la entiendo y no quiere hablar inglés. Chica, si hablas mal español debería desquiciarme yo. Soy española, ya sabes, controlo el idioma de maravilla, eres tú la que está haciendo algo mal.
Pero qué va, no me está hablando de forma malhumorada, es que es yugoslava, de Serbia para ser exactos. Lo sé por su tía, el año pasado creía que era una amargada y es que resulta que esta gente habla así de siempre. "DOBLA ESTO CARIÑO". Y cuando me acostumbro a entenderla y traduzco mentalmente la frase, me doy cuenta de que 'cariño' y un roce lo endulzan todo y me hacen cambiar de opinión. Es su acento, ni ellas ni yo.

Odio la pausa y la hora de comer. No me gusta que me vean en plena acción, es bastante incómodo.

Las perchas hacen un ruído desagradable y entre la plancha y la ropa recién salida de la lavadora, el calor es definitivamente sofocante. Suelo tomarme estas horas como una gran fracción de tiempo para reflexionar sin pretenderlo en un principio, pues es algo que sale solo cuando estás haciendo un trabajo mecánico. Lo peor es cuando una de las presentes quema mi silencio con su te-voy-a-mezclar-mis-tres-idiomas-a-ver-si-entiendes y me habla con ese énfasis arrebatador de cualquier magia.
"Andjela, ¿te gusta el alemán?", seguido de un 'sí' y palabras de diferentes idiomas que me impiden continuar con el intento de vamos-a-tener-buen-rollo.
"Sevin, ich verstehe dich besser weil Deutsch ist nicht deine Muttersprache".
"¡Oh! ¡Cuánto has aprendido, ¿no?" Que va, señora, sólo he abierto la boca por primera vez... Es una mezcla de vergüenza irracional e indiferencia la que me impide hacerlo más a menudo. ¿Vamos a decir algo importante? No, realmente no. Entonces para qué hacer el esfuerzo. Aunque creo (y sólo creo) que me encantaría mejorar estas relaciones que tenemos.
Una mujer portuguesa se me acerca por detrás, me toca el hombro y me dice: '¡Muchachita!' ¿Cómo debo de reaccionar? ¿Debo responder? Si es que el empleo no es para nada lo difícil.
"Sie Papagei, verstehst du?" Más o menos, Svetlana. Comprendo que estás llamando 'papagayo' a otra empleada, pero no sé en qué posición la deja. Noto cierta... ¿Cómo decirlo? Maldad, rencor, odio en tus palabras. No en un buen nivel, pero sí cierto deje maníaco, aunque con vosotros los yugos nunca se sabe.
Aquí sólo escucho a las personas criticarse unas a otras, tengo miedo de girarme y que comenten con acritud lo poco y lento que como, lo  tímida y maleducada que soy a veces y la mala cara que tengo siempre. Aunque, seguramente, la mitad de esto sólo lo opine yo (o eso espero). Y, una vez más, es miedo mezclado con mucha indiferencia.
Las españolas y portuguesas critican desde su mesa al resto, mirando descaradamente y haciendo comentarios en su idioma. Se creen que señalar con el dedo y ese tipo de gestos no son lenguaje internacional. Seguro que yo también me he ganado unos cuantos enemigos por reírme, o quizá sea otra típica y estúpida paranoia personal.
Escondamos la mierda tirando de la cisterna, después de enturbiarse el agua vuelve a estar limpia. No sé qué es lo que opino realmente, pero diría que me gusta este trabajo. Me gusta tener a alguien aproximadamente de mi edad al lado, me gusta Svetlana y que Sevin siempre esté de buen humor. Me encanta, al igual que a Andjela, el túnel por el que pasamos para colocar los uniformes dos veces al día en la planta -1, donde siempre hay alguna mujer que dispara sus palabras extremadamente suizas como balas hacia nosotras, que nos miramos y no solemos saber salir de tal situación. Tardan en darse cuenta de que o tenemos pocas luces o no hablamos su dialecto, y se van. Se alejan de nosotras como nosotras del hospital, cuando ya termina nuestra jornada y me despido de su tía con movimientos incómodos antes de dedicar mis inseguros pasos a la calle. Entonces subo una pequeña cuesta y usando mi llave me vengo aquí, a escribirlo todo para finalmente afirmar: 'esta vida está bien, me gusta este trabajo'.  Y como no, querré volver en el verano de 2014.

domingo, 4 de agosto de 2013

Ansiedad, volumen n°27949.

He perdido las ganas de escribir. No sé cómo continuar haciendo esto. Me recuerdo a mi antigua bandeja de Hotmail (cuando aquello se usaba pero se abandonaba a ratos): tengo tanto dentro que no merece la pena comenzar por el principio, tan sólo borrarlo todo y partir de cero.
Me siento vacía de vida y llena de angustia existencial. Cualquier gilipollez, la más mínima, me pone nerviosa hasta tal punto que no es descriptible. Aunque crea que no me importa, inconscientemente me mata por dentro, y nunca entenderé por qué. Sé que no puedo vivir así eternamente, que no se puede, que es imposible, que no puedo aguantar (ni con esa supuesta suerte) ochenta años de vida viviendo de esta manera. Y hablo como si tuviera estrés, mil cosas que hacer y mil problemas, cuando es justo todo lo contrario. No quiero nombrar la ansiedad que tengo, porque estoy hasta los cojones de repetirme, pero aquí estoy, haciéndolo una vez más. Tengo tan poco que hacer, tantos debates internos, tan pocas ganas... Me ahogo, me asfixio, me falta algo y ya no creo que sea el aire, no, hace ya mucho que no le temo a la muerte de una forma tan estúpida. Ya no pienso "me estoy ahogando", y si tengo esa maldita sensación de que me voy a caer al suelo, inconsciente y que no despertaré nunca, literalmente, ya sé que es una simple ilusión de mi puta mente. Ahora tan sólo asumo lo que me está pasando y me digo una vez más: "Es ansiedad, voy a ignorarla". Porque ya no sé qué cojones hacer, qué camino coger: ni psicólogo, ni ejercicios de relajación, ni salir, ni distraerme, ni estar ocupada... Ella siempre vuelve, siempre regresa y me aprieta fuertemente en la garganta, en el estómago, en la cabeza. Siempre ataca y yo sólo quiero un poco de silencio o que alguien me grite, ya no lo sé, me pierdo en mí misma, me desconozco, nunca me siento bien, ¿por qué nunca me encuentro bien? Ahora mismo estoy enloqueciendo.

domingo, 7 de julio de 2013

16.

Camino por la calle y lo que me entretiene y obsesiona inconscientemente es mirarme en cada escaparate, cristal, retrovisor o cualquier otra superficie que pueda reflejarme. Me miro y me pregunto si voy bien, si estoy bien, si alguna de las numerosas personas que me cruzo pensará esto. Me encantaría que cualquiera me fichase por la calle y tuviese un buen pensamiento sobre mi aspecto.
No me conformo con mi físico. Puedo pasarme horas observándome en el cuarto de baño. Sonrío, dejo de sonreír y voy cambiando a ver en qué momento mi imagen en el espejo llega a agradarme y la verdad, nunca me veo tan mal como creo que ellos me ven. He ido creciendo junto a otras chicas, más bonitas o menos que yo. Todas han encontrado a alguien en algún momento de su vida, aunque sólo fuese un encuentro fortuito, un instante, dos desconocidos dejándose de sentir tan solos por una noche. Dos personas jugando, conociéndose y creando magia que siempre se acaba rompiendo, pero que te quiten el haberla tenido.
Yo sigo aquí y a solas, observándome y preguntándome qué cojones pasa conmigo.
Continúo mis días fingiendo que no me importa. Nadie se fija en mí y ya no aguanto, el ser humano no puede vivir sin amor. Yo también necesito un cumplido de vez en cuando, con suerte un 'te quiero' después de una colección de meses. Así que me arreglo y salgo, pero no abro la boca. Qué puedo hacer si esas perras en celo son mucho más avispadas que yo. Parlotean, se ríen, coquetean y se conforman con cualquier cabeza y el físico que consideren medianamente aceptable.
Una mujer sabia me dijo una vez: 'lo que tú sabes valorar, hay otros que también saben hacerlo.' Quizá algún día alguien encuentre en mí algo de valor y viceversa.
Sí, seguramente sí, pero tampoco será esta noche.

domingo, 16 de junio de 2013

Cumpliendo con otro día cualquiera.

Siempre me refugio en la distancia que existe entre el día en el que estoy y el día que temo, pero desafortunadamente siempre acaba llegando el segundo, y además en el día en el que estoy no me lo logro quitar de la cabeza.
Tengo miedo a escribir y terminar relatando mi vida y no lo que soy. Al fin y al cabo, no suelo narrar las circunstancias, describir el escenario ni soltar las mierdas que me preocupan de quienes pisan mi mismo suelo de vez en cuando. Creo optar siempre por dirigirme enteramente a pensamientos y sentimientos concretos, los míos, los que sangro y siento y que a veces puedo descubrir que son los mismos que los tuyos, pero nunca se trataría de la misma sangre.
Después de tanto tiempo sin escribir, ¿qué me preocupa? Dejar de hacerlo bien o no haberlo hecho así nunca.
Me preocupa esta puta mierda de ambiente, esta puta televisión, los putos móviles y toda esta basura que no se huele pero se siente. Ojalá se oliese, la hubiésemos visto venir.
No sé qué le pasa a mi cabeza. Opino que nos están jodiendo la creatividad. Llevo días intentando hacer un poema, sin ritmo o con él, ya sabes, renovarme. No hay manera.
Quiero rimar, / si no es hoy lo volveré a intentar mañana, / que drama, / no encuentro nada que rime con nada, / ¿notas que son malas? / Mis rimas están malditas, / como mis días.
Y así los paso, prometí levantarme a la una y eran las tres, comí a las seis, vi '8 millas' y aseguré que no te (d)escribiría mi vida. Eso fue todo, y ahora, ¿podré dormir?
Que no, que ya no soy capaz de expresarme con metáforas a fuego lento que hablan por sí solas.
Debería estar en Venecia y estoy aquí, rompiendo una vez más mis esquemas.
Que les jodan, sigo viajando escribiendo, y aunque no se me den bien las rimas ya lo dije, estaba viendo '8 mile'.
Busca si no comprendes o no lo hagas, la belleza suele esconderse en todo lo que no podemos entender. A veces, cuando todo tiene sentido deja de ser bonito, ¿no crees?

domingo, 26 de mayo de 2013

El humo de los que suspiran.

Hablemos de la mierda que nos consume, cielo. Hablemos de esto, hablemos de lo tuyo y de otros muchos con los que preferirías estar ahora mismo. Aquellos que se reirían contigo mientras vuestras pupilas se dilatan a la velocidad de los latidos del corazón.
Qué pretendes con esto. Sé que tu situación es dura, pero a nadie le faltan razones. Todos las tenemos y no digas que tú eres más débil, me parece una forma muy poco valiente de rendirte.

No eres débil, escúchame. Tú me ayudaste y ahora me toca a mí tenderte la mano e intentar levantarte hasta conseguirlo. Aquí estoy, para ayudarte con la fuerza de las dos.

Yo también a veces pienso que debería coger esa generosa porción de droga y consumirla. Pensar es algo inevitable, actuar o no son las opciones a elegir.

Quisiera que te vieses en este mismo instante, mirándome y riéndote y diciendo frases sin sentido y riéndote otra vez. Y yo aquí, retratándote con líneas rectas cuando tan sólo son las diez de la noche. Pintándote con palabras e intentando comprenderte para elegir la opción de actuar.
Me gustaría saber qué es lo que piensas de todo esto, qué piensas de ti misma, pero me temo que fumas para no pensarlo.

Tu mirada perdida me indica que escriba esto.

Nunca me creí que aquellas de quince realmente conociesen el huevo, pero me temo que ya lo he visto. Esta imagen es la más desagradable del mundo.

Ver a una niña jugando demasiado cerca del fuego. Una niña que, joder, se cree que es feliz y por un motivo liado en mal papel.
Se duerme entre mis brazos, o al menos conserva el silencio.
Y yo que no puedo reírme tengo ganas de llorar.

domingo, 12 de mayo de 2013

Mis historias que no me dejan dormir (por escribirlas).

Siento que a veces me traiciono a mí misma. Mi desgana existencial tan acostumbrada a residir dentro de mí, tan interiorizada... Destroza. Modifica mis palabras antes de salir por mi garganta en uno o dos hilos de voz. Quiero ser de otra manera, pero esto es todo lo que queda de lo que se supone que quiero ser. Aunque no estoy tan segura. Eso de la seguridad es algo que desconozco.
Estoy impaciente, indecisa, confusa. No supe qué decir y ahora no sé qué pensar. Siento ser ese tipo de persona que cae en las trampas que ella misma fabrica. Y se hace daño, ante todo haciendo daño a los demás.
Cuánta paciencia necesito para soportarme. Es conmigo misma con quien tengo que convivir veinticuatro horas al día, no con nadie más.

La niña esperaba una respuesta. Todos se la daban, yo callaba. Debería haber ido junto a ella, haber pasado la noche con ella. Acostarnos pronto, hacer lo que ella dijese, no dormir. Debería.
Cuando supe que las posibilidades de ir eran mínimas, en voz alta mostré mi acuerdo: "Hoy voy, ¿no? Ya que no fui ayer..." He de decir que en cuanto pasaban las horas y el momento se acercaba, la idea comenzaba a disgustarme. He de decir, también, que en cuanto pasaban un par de horas más de la cuenta, el alivio era inminente. No sé si era pereza, miedo (¿a qué?) o falta de costumbre, lo que estaba claro era que no quería ir. Cuando el teléfono sonó, mi abuela no se anduvo con contemplaciones y no sé si por pereza, miedo (¿a qué?) o falta de costumbre, su 'no' fue rotundo. Sin comunicarlo conmigo, sin esperar una respuesta de mis labios. Todos decidieron por mí, pues ante todo yo no mostré ninguna intención de hacerlo. Para qué mentir, la culpa siempre es de uno.

Me imaginé a la pequeña llorando, pues estaba segura de que así lucía la situación. El típico disgusto de los siete años y el comprender menos de la mitad (de todas formas, más de lo que ellos se creen). La culpa pesaba sobre mí, junto a todo lo demás que hacía de mi alma un papel arrugado a punto de ser tirado a la basura y de mi cuerpo un lastre irremediable. Ahora que la posibilidad era prácticamente inexistente me veía capaz de ir. Ahora que el inventado peligro había finalizado. Siempre la misma historia.

La niña lloraba en su cuarto, sola como no lo deseaba, mientras sus padres intentaban quitarle la razón. Yo me senté a escribir un kilómetro o dos alejada de ese escenario, infeliz pese a conseguir lo que aparentemente quería.
Sólo sabría añadir que el ser humano nunca está conforme, siempre hay algo que falla.

domingo, 28 de abril de 2013

Las cartas que nunca se envían.

He vuelto a hacerlo, papá. A temblar de miedo porque tú no estás. A reír cuando estoy rodeado de varias personas, algo de lo que estoy indudablemente arrepentido.
Estoy volviendo a escribirte mientras lloro y mi corazón no deja de sangrar. No sé de dónde sale tanto dolor, y si no es físico, me pregunto por qué hace tanto daño.
He vuelto a torturar mi alma con vagos recuerdos que ni si quiera sé si son ciertos. He vuelto a sentir placer, he vuelto a sentirme culpable, pero ante todo he seguido y sigo sintiendo un enorme dolor.

No entiendo esta contradicción tan mía de intentar ser feliz y, cuando estoy a punto de dar un buen paso en dicha tarea con semejante complejidad, derrumbarme y pedirte perdón. Pedírtelo de rodillas, haciéndolas sangrar, golpeándolas de pronto contra el suelo. He vuelto a hacerme daño para ver el causante del dolor que siento, y no padecer esa frustración añadida de experimentar que me estoy muriendo y no ver la sangre manar.

Y aquí estoy, intentando que escuches mi ruego. ¿Pero cómo?
Estás muerto, nada ni nadie podrá remediar nunca ésto.
¿Y qué voy a hacer conmigo?
Tú querrías verme feliz, y sin embargo, aquí estoy. Buscando tu perdón por intentar serlo ignorando tu muerte. Pidiéndotelo por intentar ignorarla. Pidiéndotelo por no ser feliz.
Lo siento. No puedo, papá. No puedo sonreír sabiendo que los meses pasan y cada vez te echo más de menos, pues cada vez el tiempo me aleja más del último día en que te vi.
Lo siento, sé que no querrías ver que ya casi soy un hombre y me permito estos ojos rojos. Te decepciono a cada paso. Llorando, intentando olvidarte, fracasando. Decepción tras decepción.

Y es que sé que no te voy a olvidar nunca, papá.
Ya no me importa si pueden ver mis lágrimas. Ya no tengo nada que ocultar. Tampoco nada que perder.
Es de noche... He vuelto a mirar a atrás.

sábado, 6 de abril de 2013

Quien no se contradiga...

No sé lo que quiero ni lo que busco. Sobre todo porque cuando lo encuentro ya no es lo que quiero ni lo que estoy buscando.
Suelo odiarme, pero si tú me infravaloras pienso que no es para tanto.
Paso muy buenos ratos junto a mis amigos, pero a veces siento que me decepcionan. Otras, que no me comprenden. Y otras que se pasan. Que no saben comportarse. Que no saben distinguir los momentos en los que hay que serenarse. Que no saben perder, ni tampoco ganar.

Siento que estoy sola, muy sola. Que nadie entiende por lo que estoy pasando, y es que no estoy pasando por nada. No sé qué es lo que me ocurre, por qué estoy de mal humor constantemente, melancólica, y hasta el hecho de no ser capaz de abrir una botella puede desde encender mis sutiles ganas de llorar hasta enfurecerme como un hermano.
Sería injusto echarle la culpa a las hormonas de todo esto.
Cada pequeño problema se hace un mundo.
No me apetece relacionarme la mayor parte del tiempo. Prefiero evadirme.

Siento que soy una romántica, como esos autores que estudiamos en literatura. Como Espronceda, o como Bécquer o Rosalía.
Sin embargo, sólo soy ese gusano en proceso de convertirse en mariposa.
Y, por fin, utilizo la expresión que todos ellos utilizan:
Intento deciros que, aunque suene a tópico, soy adolescente.
Soy complicada.

domingo, 24 de marzo de 2013

Débiles.

Otro joven llegó y la engañó. Parecía siempre el mismo, destinado a torturarla una y otra vez, a ilusionarla con mentiras para luego dejarla tirada. Ella se prometía no volver a confiar, no repetir la caída. Pero es que la vez siguiente parecía la definitiva.

Nunca lo era.

Su voluminoso pelo castaño oscuro luce suelto, liso, con ligeras curvas hacia las puntas. Es largo, por poco le alcanza la cintura. Sus ojos son de ese marrón verdoso que nunca sabes describir con precisión. Esos ojos oscuros en ligera apariencia, pero que en una mirada cercana son un prado con un poco de tierra.
Su piel, ligeramente tostada. Su cuerpo, como cualquier escultura griega. Figura de asombrosa belleza, con el abdomen perfecto, fina cintura y unos pechos que, no siendo especialmente grandes, son bonitos. Sus piernas son amablemente delgadas y rectas.

Su mente, débil como la flor que aparenta.
No es de extrañar que se desflore rápido este hermoso ser. Todos quieren tenerla.

Ella busca uno.
Ellos buscan muchas.

domingo, 10 de marzo de 2013

Críticas en cadena.

Mi curso es un buen curso. Es ése en el que se respira la buena convivencia, el buen humor, se oyen las numerosas risas y todo parece estar bien. Todos se hablan con todos y la confianza está a nuestro favor.
Pero siempre hay alguien que empieza por la primera crítica y un ejército de personas (y de más críticas) que le siguen. En lugar de ser críticas constructivas, destruyen; pero tú lo único que alcanzas a saber es que no estás conforme con el mundo y que tal vez, con un par de crueles palabras a la espalda, consigas aliviarte por el día de hoy.
Sin embargo siempre hay alguien que escucha y, de una manera o de otra, a los oídos de la persona afectada llega ese rumor.
Sus amigos le han traicionado, aunque sólo sea un poco, duele. Y personas con las que apenas diría haber hablado también escupieron lo que no debían.
Y así víctima tras víctima. Cuando gira la cabeza todos critican su forma de ser, su físico, sus acciones, sus movimientos. Uno por uno, nadie logra salvarse.
El próximo perjudicado enterado de ello, cargará todo su odio contra otra persona, y otros muchos le seguirán. Y así continuará todo, en una cadena constante que ya no podemos parar.
Pero esta oscuridad no está presente cuando, a pesar de esto, hablamos, estudiamos, nos ayudamos, salimos y reímos juntos.
Supongo que criticar a las espaldas es un asunto que, a estas alturas, ya no podemos evitar.

sábado, 23 de febrero de 2013

Restos de consecuencias anímicas.

Por mucho que intente ocultarlo cuando las buenas compañías y los grandes o pequeños placeres me mantienen distraída en días o momentos intensos, me siento escoria.

Todos parecen lograr algo. El vello de los brazos del público se eriza cuando ellos cantan o tocan. Muchos otros destacan indudablemente en algún deporte. Los hay que salvan vidas. Otros tienen muy claro sus objetivos y lo que van a hacer y eso es algo que me parece verdaderamente envidiable.
Pero yo estoy aquí, a cara descubierta fingiendo que nada pasa y que mi autoestima no decae. No encontraré un talento, no aprenderé nada que pueda llegar a definirme, no destacaré y no me sentiré para nada orgullosa.
Porque entre las palabras mentales pero envenenadas que a los demás dirijo se encuentra vestido de camuflaje mi dolor.
Sé que mañana me levantaré, con mis asuntos que llevar a cabo y cuando lea estos párrafos lo único que querré hacer será borrarlos. Lo que estoy haciendo ahora es liberar una escasa parte de mi depresión encarcelada en mí misma que sólo oculto y para nada comparto. Mañana lo volveré a negar todo y seguiré acumulando esto que tanto me contamina.

En definitiva, ¿cómo podría resumirlo? Pienso que todos nosotros convivimos con un oscuro individuo dentro que nos pertenece, que nos desgracia, nos hace llorar (no intentes negarlo) y sufrir incluso por una pequeña tontería. Nos guardamos el secreto de esta pequeña locura y así, dentro de nosotros mismos, florece y se convierte en ansiedad, estrés, úlcera, depresión o ese ser humano que, tras amoblar sus posaderas en un humilde sofá, hoy no quiere hacer nada y no se va a mover del sitio.
Siento que no tenemos arreglo, que hoy mi ánimo explota en mil palabras y mañana reina mi silencio. Por eso quiero compartirlo.

Todo me defrauda porque estoy en guerra conmigo misma. Hoy necesito remediarlo.

sábado, 9 de febrero de 2013

Miedo al miedo.

Cada vez es una carga distinta. Van pasando los años al igual que las fobias, mis irracionales miedos.
Ahora tengo quince y me las doy de ser supremo cuando no estoy llorando las lágrimas más amargas en la oscuridad que me cubre, en la que me avergüenzo de ser lo que soy y de intentar ser lo que no.
Supongo que he nacido con una mente que no sé utilizar. Lo he llegado a pasar tan mal que es imposible enumerar adjetivos con la convicción de transmitir una idea aproximada de cómo me sentía. Llorando, llorando en la calle mirando al puerto, porque al entrar en una puta tienda sentía que fallecía, literalmente me sentía morir, y tenía que salir por patas en un comercio en el que, pese a mi exagerada incomprensión, personas y más personas caminaban dentro, como si aquello no pudiese ramificar en pesadillas. Y cuan estúpida me siento ahora, con este problema entre las manos que no sé como resolver.
Me niego a aceptar que yo funciono de forma diferente. Me niego a explicárselo un sábado por la tarde cuando ellas quieran entrar en un negocio y estemos juntas. Y no hay impedimento justificado, no suelen comprenderlo. Es sólo que me siento con ganas de nada, cansada de estar débil, cansada de estar cansada.
Y el tiempo pasará y este miedo hará compañía a todos los demás de mi larga lista de las pesadillas olvidadas. Pero otra ocupará su lugar, volviendo a despertar mi infierno más personal.

Sólo quiero descansar. Comer y sentirme fuerte; dormir y sentirme bien. Pero sigo temblando de frío cuando éste no está presente, sigo necesitando salir porque no puedo respirar, me ahogo. Necesito encogerme y cerrar los ojos, imaginarme que soy lo que pensaba que era y no esto que me dicen que puedo superar, que la cura está en mi cabeza.
Pero ése es el problema.
La cura... La cura está en mi cabeza.

domingo, 27 de enero de 2013

Perdidos entre los años.

No me defrauda el amor, me defrauda lo que vosotros llamáis amor.
Necesitáis a una persona para dar sentido a vuestra vida, para no sentiros solos. Necesitáis compartir de alguna manera, sentiros vivos.
Es por eso que veo a niñas de catorce años que propagan por ahí la virginidad que han perdido, como si fuese un juego, como si no importase. Niñas perdidas, que asumen el papel de súbdito y se someten, la opinión del otro ahora es la suya, la que hay que defender con uñas y dientes. Acceden a ejecutar las acciones que por la televisión ven y critican. Dicen haber encontrado el amor de su vida, pero en las tres semanas que llevan, no les podría haber dado tiempo ni a buscar. 
Y qué decir de los chavales, con su preciosa joya, la que pudieron encontrar, posiblemente la más abierta y la más confundida de todas. Sin maldad, sin pensarlo dos veces. Se dejan llevar y lo único que piensan es si todo aquello se parece a la normalidad que tantas veces han visto reflejada. Y sí, la 'normalidad' que los ojos ven día tras día, es como aquella.
Pero el asunto no sólo va de chavales cuya aventura no pasará más allá de un vago recuerdo infantil que pronto se darán cuenta de que así era. Recordarán los actos llevados con inocencia, con afán de imitación, como en una película antigua cuando dos críos aún más aniñados se rozan los labios en señal de una amistad que supera a todas las demás que han conocido. Crecerán y se darán cuenta (cuando encuentren algo menos parecido a la virtualidad, algo más real, más exacto) de que podrían haber esperado, pero estaban ansiosos de cambio. No se arrepienten, pero se avergüenzan.
Sigues creciendo y buceas en un caos de mundo adolescente. Todo es tan rápido y confuso que tus ideas no llegan nunca a aclararse, actúas en busca de sorpresas. Puro morbo. No existen reflexiones, como mucho, aquella chica se echará a llorar un rato y luego se le pasará. Se enamorará del chico con el que ni si quiera ha mantenido una conversación, pero intentará conocerlo a fondo espiando sus múltiples redes sociales y cómo se desnuda en cierto modo su yo interior en ellas. Y aquel chaval perdido que no tiene vigilantes, probará los porros y se enganchará. Pero no compra, le invitan. Y esa es la mejor excusa. Drogas tan introducidas en la sociedad que ya no asustan. Sexo torpe y adolescente, tu íntima aventura que, no se sabe como, al final todos por el pasillo la conocen.
Amor, traición, alcohol, fiesta y amigos criticándose. En definitiva, únicamente buscan bulla y escapar.
Qué decir, si al fin y al cabo, lo que estamos haciendo es simplemente eso: probar
Tan sólo estamos probando. 

domingo, 13 de enero de 2013

Recuerda.

Cuando estás con tus amigos de siempre y de repente surge un repaso, una vuelta al pasado. Recuerdos que vuelven deteriorados.
Una vista hacia nuestras memorias, y una luz se enciende en tu interior. Un cosquilleo en tu estómago, la misma sensación que sientes cuando te invade el emotivo nerviosismo de dar paso a una nueva experiencia. El mismo sentimiento, cuando del baúl de tus recuerdos abstractos resurge aquella escena.
Alguien o algo, sin tener conciencia de ello, usó la clave para abrir ese recuerdo de tu mente. Palabras que sirven de llaves, explicaciones que te empujan a recordar. Pero los recuerdos también se desgastan. También se llenan de polvo y sufren cambios que les afectan. Un recuerdo no siempre hace justicia a la realidad. Si ese momento fue doloroso, traumático... Entonces se tornará oscuro y violento, más de lo que realmente fue. Si fue bonito, si te cautivó... Entonces su belleza será fuertemente incrementada.
De qué sirve ser feliz si esos momentos el tiempo te los borra y no queda nada. He vivido aventuras, he pasado los mejores ratos de mi vida.... Pero no siempre me acuerdo. Podrás contarlo, intentar recordarlo con todos sus detalles, o incluso soñarlo. Pero nunca volverás a vivirlo. Tu vida será como una película descargada de Internet, a saltos y cuya calidad de imagen y sonido dejará mucho que desear. Tanto que muchos detalles te los inventarás sin darte cuenta, los sacarás de contexto y probablemente sean erróneos. Las escenas serán mucho más perfectas de lo que realmente fueron, o mucho más dramáticas.
A veces pienso que sólo servimos para echar de menos.
Lo único que nos queda es lo que somos.
Los buenos momentos pasan, las personas mueren, los objetos se rompen, se pierden o se desgastan. Y tú..., tú tienes que vivir tu vida.
La realidad me abruma, pero el 'hoy' está ahí. Me levanto y tengo cosas que hacer. Y, de esta forma, funciono como un coche que va perdiendo gasolina: sé que un día me quedaré sin nada, que poco a poco lo estoy perdiendo todo, pero, de momento, yo sigo y mi depósito permanece medio lleno.