Despacio.Nunca es demasiado tarde, nunca un texto es demasiado largo, nunca hay demasiada prisa.
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miércoles, 19 de marzo de 2014

Diecinueve de marzo.

Sale por la puerta, noto su vacío que no soy capaz de llenar. Noto esa inquietud que me deja a mí al marcharse. Su decepción, la mía. Es mi rencor lo único que nos llena. Eso de ser tan iguales que se haga imposible soportarnos.

Querernos sin decírnoslo. Odiándonos y escupiéndonoslo a la cara. No podemos sentarnos a hablar e intentar solucionarlo, no podemos decirnos lo mucho que nos queremos. No podemos sentir que imitamos una de esas series televisivas en las que en la vida cotidiana se incorporan gruesas pinceladas de dramatismo en forma de enfados y reconciliaciones que nunca tardan. En esas series lloran y en pocos minutos sonríen entre lágrimas, rozan sus manos, a veces las aprietan con ternura y acto seguido se dicen que se quieren.
Y nosotros no podemos.

En esta realidad en la que piso y resbalo, el mundo está tan perjudicado que me perjudica. Siento que no hay tiempo para manifestaciones de aprecio tan delicadas. Siento que los dos nos ponemos a la altura de este mundo frío y brusco, fríos y bruscos nosotros, y que sólo cuando estamos solos y nos sentimos solos, somos capaces de reflexionar y preguntarnos "¿por qué me comporto de esta manera?" "¿por qué no quiero que me quiera?" Y sólo estas situaciones, que sé que para ambos son las mismas, me hacen preguntarme si sólo quiero quererle pero no le quiero, o si le quiero y sólo quiero no quererle.

El Día del Padre va por vosotros, por todos aquellos que sí supisteis y aún sabéis alimentar, con lo bueno y lo malo, una de las relaciones más importantes de vuestras vidas, esas que se pueden contar con los dedos de una mano.
Feliz Día del Padre a todos los que podáis sentir que hoy existe algo que celebrar.